En Viena se puede disfrutar de un singular paseo por las mismas alcantarillas por las que el famoso actor Orson Welles huía en las escenas finales de la película “El tercer hombre”. Un lugar que ha quedado para siempre en la memoria colectiva de los vieneses y los aficionados al cine.
Los amantes de esta obra maestra del cineasta Carol Reed y quienes estén interasados por la historia de Viena pueden descubrir que este sombrío y, en ocasiones, maloliente paseo merece mucho la pena.
La visita, que dura alrededor de unos 45 minutos, recorre unos cientos de metros del entramado de 2.500 kilómetros de canales y tuberías que constituye el alcantarillado de la capital de Austria. El acceso de los turistas a las alcantarillas solamente es viable, por motivos de seguridad y clima, entre mayo y octubre.
La parte visitable es la que se ve en el tramo final de “El tercer hombre”, cuando el traficante de penicilina adulterada Harry Lime, interpretado por Welles, trata de huir de la Policía de forma desesperada sin conseguirlo.
Se suele contar que el propio Orson Welles pidió que se perfumaran varios lugares del rodaje, y se sabe que se sentía asco cuando veía que el equipo de la película, que pasó días rodando bajo tierra, le traía la comida al lugar de trabajo, en las alcantarillas.
Incluso se tuvo que emplear a un doble en muchos de los planos en los que se ve a Lime de lejos o en los que no se muestra el rostro. El resto de las escenas en las que intervenía Welles debieron filmarse en una reproducción de las alcantarillas erigida en un estudio londinense.
Si bien “El tercer hombre” es el eje de la vista a las alcantarillas de Viena, admeás, una bajada al subsuelo vienés sirve para descubrir la antigua capital imperial desde otro punto de vista.
Hay que recordar que Viena fue una de las primeras grandes ciudades en contar con un sistema de desagües moderno, con una regulación de caudales para evitar que las aguas fecales contaminaran las fuentes públicas.
Foto vía El Mundo